Por Valentina Prudnikov Romeiko
Al inicio de la tercera década del siglo XXI la humanidad está pasando por un tiempo difícil: la recién crisis mundial económica se agudizó con unnuevo escenario - el coronavirus 2019 (COVID-19) que se caracterizó como una pandemia y que se ha extendido por todo el mundo, afectando a un gran número de personas. A más de un año de convivir con esta pandemia, la economía mundial presenta incertidumbre y solo inicia su gradual rehabilitación. Hoy día la pandemia COVID-19 está dejando a su paso más de tres millones de difuntos, millones de personas desempleados y un extraordinario cambio en todos los aspectos de nuestra vida y costumbres.
Las consecuencias de la pandemia también han demostrado una violencia política en algunos países e incapacidad del Estado a solucionar problemas ante la desigualdad social, la vulnerabilidad en la distribución de recursos y la ausencia de igualdad de oportunidades en numerosas dimensiones. Al inicio de la pandemia, la ONU advirtió sobre la amenaza que las consecuencias económicas del COVID-19 representan peligro en especial para las mujeres y los niños, como son la parte de la sociedad más afectada con el cierre de las escuelas, la falta o perdida de trabajo para las madres- jefes de familia quién ya de por sí sufran de vulnerabilidades ante la pobreza, el hambre y la desesperación en países menos avanzados. Además, aquí tenemos en el foco rojo uno de los efectos más importantes a largo plazo: la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Esta problemática se liga con inevitable aumento de los precios lo que afecta a final de cuentas la capacidad de los consumidores en muchos países, causando profundas consecuencias para la seguridad internacional y la estabilidad económico-política.
Si a ello sumamos la interdependencia, la complejidad, la velocidad y escala de procesos globales, la incertidumbre parece ser una característica justa del mundo en el que vivimos. En efecto la pandemia no solo puso freno a flujos comerciales y a los desplazamientos transfronterizos, sino presento una crisis humanitaria y una pérdida total del mismo concepto de la globalización.
En pocas palabras podemos decir que los desafíos económicos y sociales por COVID-19 hacen indispensable la sensación creciente de una desorientación y del temor a lo desconocido, produciendo así pesimismo y malestar generalizados en población.
En este contexto, en el plano internacional somos testigos tanto a una creciente guerra comercial entre China y EE UU como a un cuestionamiento del sistema de gobernanza global. Uno y otro, factores interrelacionados entre sí, definirán el orden mundial de las próximas décadas. La pandemia y la crisis sanitaria mundial han acelerado estos procesos, desde la geoestrategia de la producción y distribución de las vacunas como nuevo terreno de juego hasta el contraste entre el pobre rol de instituciones internacionales como OMS, G7 y G20.
Por otro lado, los EE.UU. y la UE muestran su preocupación ante el peligroso acercamiento entre Rusia y China al enfrentar el Occidente. En palabras de Josep Borrell, Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la UE, …“los grandes movimientos tectónicas se observan entre la República Popular de China, La Unión Europea, los EE.UU y La Federación rusa”. Pero, el ejemplo de enfrentamientos entre israelíes y palestinos que se han escalando hoy día, llevando a una nueva guerra con el bombardeo hacia Tel Aviv por parte de Movimiento Hamás, no ha provocado la reacción común de la comunidad internacional y no ha sido homologada porque los países de la Liga Árabe expresaron su apoyo al pueblo palestino y Estados Unidos y varios países de Europa mostraron su respaldo a Israel.
Resulta se hace cada vez más presente la gran incertidumbre en el escenario y el enfrentamiento geopolítico mundial, además de problemas de la ecológica, que amenaza la sostenibilidad medioambiental y planetaria. Sin lugar a dudas la incertidumbre por el avance del deterioro ambiental y el aumento del calentamiento global ejercen cada vez su rol protagónico en la agenda internacional. Se trata, entonces, de cambio de paradigma universal a favor de la importancia de factores y procesos ambientales, donde la sostenibilidad y la conservación de recursosson les resultados de la formación de un nuevo modelo de desarrollo lo cual por supuesto dependerá mucho de las acciones que vayamos tomando como humanidad.
En efecto, el Secretario General de la ONU, António Guterres, dijo que en 2020 la temperatura de la Tierra alcanzó un récord en tres millones de años y que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera también renovó su máximo histórico, superando en un 148% el nivel preindustrial.
Finalmente, hoy la humanidad está enfrentando nuevos procesos globales: la profundización de la globalización que se proyectan en una nueva realidad en el escenario mundial - una desconocida situación geoeconómica, geopolítica y ambiental. Asimismo, con todo avance de la ciencia y tecnología, esta realidad se caracteriza por una gran incertidumbre sobre el futuro del desarrollo y un vacuum moral e intelectual. En efecto, son cambios inesperados y bruscos en el sistema de valores, en la visión humana e integración social, en las formas tradicionales de trabajo y aprendizaje, etc. Día tras día tratamos de entender qué es lo que está pasando en la Tierra y a fondo no lo entendemos.
Dra. Valentina Prudnikov Romeiko
Profesora del Instituto de Estudios Internacionales "Isidro Fabela"
Universidad del Mar - Huatulco
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