Por: Dra. Valentina Prudnikov Romeiko
Hoy en día la globalización supone la intensificación de la conciencia del mundo como un todo, lo que se denominó en 1992 como "globalidad" por Roland Robertson. Es por ello que se puede decir que la globalización es, ante todo, un proceso (o conjunto de procesos) que engloba una transformación en la organización espacial de las relaciones sociales y las transacciones (evaluadas en términos de su extensividad, intensidad, velocidad e impacto) generando flujos transcontinentales o interregionales y redes de actividad, interacción y ejercicio del poder. Es conocido que existe un "sistema global" dentro del cual distintas estructuras son generadas y reproducidas en procesos globales y ese sistema está vinculado al capitalismo global y a su cultura.
Asimismo, en el entorno multicultural del siglo XXI, la política exterior debe reconocer y analizar la diversidad cultural y de sistemas políticos que difieren significativamente en sus modos de pensamiento racional y normativo, sus orientaciones de valor y sus modos de entender la política exterior.
En un contexto de globalización, ninguna nación puede desarrollar una política exterior efectiva sin tener en cuenta la dimensión cultural. Es por ello que se puede hablar de un “renacimiento cultural” en el ámbito diplomático, ya que cada vez más Estados consideran a la diplomacia cultural como instrumento vital para mejorar su posición en la escena internacional. La diplomacia cultural ha dejado progresivamente de entenderse como propaganda dirigida, a ser concebida como el intercambio de ideas, información, arte y otros aspectos propios de la anterior diplomacia entre naciones y sus ciudadanos con el fin de favorecer una comprensión mutua.
En general y especialmente ”paradiplomacia” se determina como una acción “diplomática” paralela a la “verdadera” Diplomacia (que es la que hacen los Estados) desarrollada por actores no estatales, se entiende hoy en día como el conjunto diverso de actividades emprendidas de forma autónoma por entidades subnacionales u otros actores no estatales dentro de un territorio nacional, para relacionarse con y promover sus intereses entre actores externos ajenos a soberanía del Estado al que pertenecen.
Entonces, a nuestro entender, la Diplomacia cultural de México debe afrontar con más empeño los siguientes retos que se presentan en el contexto de la globalización:
El Concepto de Diplomacia cultural y de política cultural se debe de ampliar ya que existe la necesidad de reorganizar y reorientar esta Diplomacia logrando una coordinación efectiva entre iniciativas de formación (educación), desarrollo del conocimiento (captación e innovación científico-técnica) y la comercialización exterior de productos con marca de identidad mexicana, vinculados o no a las denominadas Industrias Culturales.
La Diplomacia cultural tiene como misión fundamental generar una imagen nacional positiva. La política exterior puede y debe, no obstante: comunicar aspectos positivos; manifestar comprensión acerca de los problemas internos; informar acciones de gobierno reales y contrastables para corregir los problemas.
La identidad nacional reposa en la identificación, pero ella es siempre múltiple y contextual. Lo relevante es que una identidad fuerte tiene fuerza motivacional, mientras que una débil no. En este sentido, es de gran importancia desarrollar iniciativas que favorezcan el contacto con y el apoyo permanente a comunidades de migrantes para mantener vivo y reforzar el sentido de identidad nacional.
Capitalizar socialmente a la comunidad mexicana en el exterior, junto al refuerzo de la identidad nacional, es necesario desarrollar iniciativas para favorecer el posicionamiento social y económico de las comunidades de migrantes en sus lugares de residencia y trabajo en el extranjero.
Captación de Know-How, se deben replantear las fórmulas de cooperación bajo los criterios no solo de aporte de infraestructuras o programas formativos por parte de inversores extranjeros, sino también exigiendo acuerdos que incluyan la protección de derechos de propiedad intelectual y la equidad en la explotación económica de los resultados por parte de entidades mexicanas y extranjeras.
La venta de lo nacional debe de orientarse a potenciar las Industrias culturales mediante el fomento y difusión de productos mexicanos de la misma naturaleza. Se debe potenciar las sinergias entre distintos sectores para fomentar el desarrollo económico y social mediante estrategias integradas.
En la formación diplomática y cultura es necesario mejorar la formación del cuerpo diplomático poniendo más acento en un conocimiento antropológico, es necesario poner énfasis también en la importancia del marketing en el diseño de estrategias de promoción, difusión y comercialización de los productos culturales entendidos en un sentido amplio.
Comunicación intercultural, las estrategias de divulgación deben orientarse menos a la propaganda y a la persuasión[1] y más hacia estrategias que posibiliten el diálogo intercultural. Estas prácticas deben tener en cuenta algunas dimensiones básicas de variación cultural e intercultural identificadas por diversos autores
Reingeniería organizacional de la política cultural (tanto en relación con la SRE y La Dirección General de Asuntos Culturales, así como la SEP y la misma CONACULTA), esto con el fin de racionalizar la administración de las políticas culturales y algunos aspectos de las políticas educativas de México a nivel interno y externo. Trabajar coordinadamente implica también un rediseño organizacional que permita la existencia de redes de información fluidas y de calidad dentro de la Administración del Estado.
Paradiplomacia como estrategia de Diplomacia cultural, donde se debe de ampliar el campo de estudio de las unidades de análisis en México para así poder incluir a la paradiplomacia de las ciudades mexicanas.
[1] Es decir, comunicación social.
Dra. Valentina Prudnikov RomeikoProfesora del Instituto de Estudios Internacionales "Isidro Fabela"Universidad del Mar - Huatulco
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